Fuente: elpais.com -- JUAN MIGUEL MUÑOZ / ÁLVARO DE CÓZAR | Bengasi / Trípoli
Los insurgentes habían anunciado la conquista del feudo natal del dictador, pero los reporteros lo desmienten.- Las tropas del régimen combaten con los rebeldes a 140 kilómetros de Sirte.- Los opositores reconquistan los puertos petroleros de Brega y Ras Lanuf con ayuda de los bombardeos aliados
La contraofensiva lanzada por las fuerzas rebeldes libias con el respaldo de los bombardeos de la coalición internacional no ha alcanzado todavía el feudo natal de Muamar el Gadafi, Sirte, donde siguen acantonadas las unidades leales al régimen a la espera de la irrupción de los sublevados. La estratégica ciudad, cuya conquista allanaría el camino hacia Trípoli, es uno de los objetivos prioritarios de los opositores desde que estallaron las revueltas a mediados de febrero. Pero no será un objetivo fácil.
Aunque un portavoz del Consejo Nacional libio anunció esta mañana desde Bengasi que las milicias rebeldes habían entrado en el enclave sin encontrar resistencia, un grupo de periodistas extranjeros invitados por el régimen ha podido constatar sobre el terreno que el control de la ciudad sigue en manos del Gobierno. El relato de estos reporteros también asegura que en la zona no se están registrando combates ni hay presencia de insurgentes.
Las tropas de Gadafi habrían frenado el avance rebelde a 140 kilómetros de Sirte, a la salida de la ciudad de Bin Yuad, uno de los enclaves conquistados por los insurrectos este fin de semana junto a Brega y Ras Lanuf, según la versión ofrecida por un periodista de France Presse.
Decenas de vehículos todoterreno con milicianos armados con fusiles y metralletas han partido esta mañana de Ras Lanuf para reforzar el frente y abrir brecha hacia Sirte. "Hemos escuchado desde Bengasi que los rebeldes están en Sirte, pero eso no es del todo seguro porque los soldados de Gadafi están disparando cohetes", ha explicado un combatiente desde Ras Lanuf. Mientras, en Trípoli, bastión de los Gadafi, la situación es de calma mientras las calles registran menos tráfico del habitual y mayor presencia policial.
En Zintan, una población del interior libio próxima a la frontera con Túnez, las tropas del dictador continúan con su asedio para expulsar a los insurgentes que la controlan desde el inicio de las revueltas, según han informado fuentes de los sublevados.
Repliegue del régimen

Pese a que la conquista de Sirte representa un duro escollo en el camino,la euforia se ha instalado en Bengasi . La cuna del hombre que ha regido los destinos de Libia durante cuatro décadas y bastión de su tribu está más cerca que nunca. Es el último obstáculo antes de alcanzar la castigada Misrata, entre Sirte y Trípoli, donde los combates entre fuerzas antigubernamentales y leales a Gadafi se suceden. Al menos nueve personas han muerto la pasada madrugada por los disparos de francotiradores y de la artillería del régimen, según fuentes médicas citadas por Al Yazira.
¿Optará Gadafi por atrincherarse en las ciudades que controla? Es probable. ¿Escapará del país? Puede ser, aunque haya jurado morir en su tierra. ¿Cómo reaccionará Sirte? Difícil aventurar la respuesta. ¿Está colapsando el régimen? En Bengasi nadie lo duda.
Al compás de los decisivos ataques aéreos de la alianza internacional , la dirección de los acontecimientos ha cambiado bruscamente. Y ayer todo eran buenas noticias para los sublevados. El déspota y su hijo Saif el Islam no habían aparecido en los medios oficiales durante cinco días y uno los miembros de su Gobierno sugería ayer que pueden estar moviéndose de un lugar a otro; Catar anunció, según afirmó el ministro de Economía, Ali Tarhuni, que comercializará inmediatamente todo el petróleo que los alzados contra Gadafi puedan exportar. "Los pozos en manos de los rebeldes están produciendo entre 100.000 y 130.000 barriles al día. Antes de una semana enviaremos el primer cargamento", dijo Tarhuni. Todas las terminales de crudo del este libio -las antes citadas más Es Sider, Zueitina y Tobruk- ya están en poder de los insurrectos.
La gente reía abiertamente en Bengasi. Fue la de ayer una tarde feliz, con cientos de mujeres sumándose a la fiesta en la plaza Mahkama, a la orilla del Mediterráneo. Que el tirano seguirá pronto los pasos del tunecino Zine el Abidine Ben Ali y del egipcio Hosni Mubarak es opinión unánime. "La comida está calentándose en la cazuela. Todavía no hierve. Pero pronto estará lista. Será un plato suculento", comentaba, sereno, un directivo de la compañía petrolera Agoco, empleando los símiles a los que son tan aficionados los árabes. Y se hacía una pregunta retórica: "¿De verdad cree Gadafi que podrá gobernar el país en el futuro?".
Los alzados contra Gadafi hicieron algunas decenas de prisioneros, se apoderaron de armas y munición abandonadas por los militares en su desbandada hacia el oeste. Llegaron a Ras Lanuf -a 170 kilómetros de Ajdabiya- después de que los cazas de los países aliados hubieran machacado las posiciones de los uniformados leales al déspota durante la madrugada.
"Gadafi tiene armas, pero no un verdadero Ejército, y muy poca gente que le apoye. Desplaza a sus tropas de un lado a otro. En Trípoli ha matado y hecho desaparecer a tanta gente como en Bengasi, y tarde o temprano se levantarán. Poco a poco las deserciones le dejarán solo. Capturaremos su campamento", comentaba hace solo unos días a este diario un portavoz del Consejo Nacional, la autoridad interina de los rebeldes.

"Las tribus en Libia no son lo que se cree en Occidente. Yo tengo raíces en tres tribus. Una cuestión es primordial: las tribus no tienen un jefe. Manda un consejo de ancianos. Además, estamos en la era de Internet. ¿Tú crees que los jóvenes piensan en términos tribales? ¡Por favor! Eso es lo que Gadafi intentó, manipular a las tribus para su beneficio", precisa Mustafá Gheriani, portavoz de los insurrectos.
Y después de cruzar Sirte, donde no se han librado de momento combates, habría que liberar Misrata. Unas 300.000 personas y puñados de milicianos padecen desde hace 38 días los ataques de la artillería y los francotiradores apostados en tejados del centro de la ciudad. Ayer por la tarde, los soldados reanudaron las agresiones, aunque con menor crueldad que en jornadas anteriores.
No cabe duda de que el Ejército está perdiendo capacidad de intimidación, que está en retirada, que nada puede hacer ante el poderío de la coalición internacional, que gran parte de sus bases han sido arrasadas, que la moral de sus hombres debe andar bajo mínimos...
Se ignora lo que está sucediendo en el hermético entorno político de Gadafi. Pero en estas circunstancias, nueve días después de la intervención francesa -ayer destruyeron otros siete aviones en Misrata- que provocó el retroceso en el campo de batalla, es imposible que sus ánimos estén por las nubes.
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