lunes, 28 de marzo de 2011

León pierde la pista del 75% de sus científicos que emigran fuera en busca de la excelencia

Fuente: diariodeleon.es  --  nuria gonzález | león



Casi 600 doctores han salido de la ULE desde el 2000 pero son pocos los que viven de la investigación


Casi 600 alumnos han leído su tesis doctoral en la última década en la Universidad de León y sólo unos pocos permanecen vinculados a la institución. Con el título de «doctor» debajo del brazo afrontan lo más duro de la carrera investigadora. La mayoría se van fuera, en busca de la competitividad y la excelencia que no logran aquí, y se pierde su pista. Sólo unos pocos logran quedarse vinculados a la universidad, a centros de investigación o a empresas de León.
Por eso, lograr que regresen a su país de origen, porque a la universidad de la que salieron es mucho más complicado, es el objetivo de un conjunto de medidas puestas en marcha por el Ministerio de Ciencia e Innovación, las comunidades autónomas y las universidades. Todas ellas se enmarcan dentro del Plan Nacional de I+D+i 2008-2011 con el objetivo de recuperar a los científicos fugados. Cerebros excelentes que emigran para elevar su nivel de competitividad y que, en escasas ocasiones, vuelven y mucho menos a su lugar de origen.
Según los datos del informe de la Fundación Conocimiento y Desarrollo «La contribución de las universidades españolas al desarrollo», los campus españoles egresaron a 24.000 doctores en el 2009, aunque sólo una pequeña parte siguió vinculado a la universidad. La pista se perdió en un 75% de los casos. Así, fueron 2.239 los que mantienen su vínculo con las universidades durante cuatro años gracias a las becas de formación para el personal investigador en empresas y centros de investigación, (financiadas por el Ministerio de Ciencia e Innovación), para el profesorado universitario (ayudas del Ministerio de Educación) o las ayudas del CSIC para la ampliación de estudios.
Llama la atención que uno de cada tres doctores solicita este tipo de ayudas que sólo llegan a un pequeño porcentaje de los científicos. En el caso de la Universidad tiene 124 científicos en formación y 44 de ellos se incorporaron en el curso 2009-2010. Este tipo de ayudas suponen un acicate importante para los jóvenes investigadores que logran permanecer cuatro años más vinculados a la universidad y a las empresas, lo que en la mayoría de los casos les hace acreedores de un puesto de trabajo. Durante este tiempo también pueden ser contratados como profesores ayudantes en la ULE hasta un máximo de cinco años.
Sin embargo, el vicerrector de Investigación de la ULE, Alberto Villena, reconoce que la «salida natural» para cualquier doctor que acaba de aprobar su tesis es salir al extranjero a mejorar su formación, durante dos o tres años, sobre todo al norte de Europa, Italia, Francia, Brasil y a Estados Unidos. Villena considera que «no hay mecanismos específicos de financiación para que puedan mejorar su formación aquí».
A este respecto, el responsable de investigación de la ULE resaltó la dificultad que tienen las universidades y, en especial, la de León, para aumentar la plantilla contratando a este personal porque, en la actualidad, está bloqueada y fiscalizada por la Junta de Castilla y León que es quien paga las nóminas de los profesores.
La necesidad de mejorar su formación en el extranjero para aquellos que quieran continuar con la labor investigadora y la existencia de mejores oportunidades en otros países ha provocado siempre el fenómeno conocido como la fuga de cerebros que el Ministerio de Ciencia e Innovación ha tratado de repatriar en los últimos seis años gracias a diversos programas que tienen como objetivo atraer de nuevo a los científicos que ya tienen un alto nivel de excelencia. Son los programas Juan de la Cierva, para jóvenes investigadores; Ramón y Cajal, para científicos que tengan experiencia en el extranjero, que van destinados a universidades y a centros de investigación; y el Torres Quevedo, que capta tecnólogos de alto nivel para incorporarlos a las empresas.
Ramón y Cajal. El programa más prestigioso es el Ramón y Cajal. De las 1.501 solicitudes tramitadas a nivel nacional se concedieron 308, de las que el 3,3% fueron para las universidades de Castilla y León. Seis de cada diez peticiones son de hombres. El año pasado llegaron a la ULE dos investigadores gracias a este programa que permite cofinanciar la contratación laboral de doctores durante cinco años. Al cuarto año tienen la opción de acogerse al programa I3 que prolonga durante tres años más su vinculación laboral con el centro de investigación, con el compromiso de que sea contratado cuando finalicen estas ayudas. De este modo, aquellos cerebros que logran volver disponen de ocho años para lograr un contrato de trabajo fijo y bien remunerado dado su nivel de excelencia. Otro de los programas que recupera investigadores es el Juan de la Cierva que dota a los jóvenes doctores de un mecanismo de contratación temporal y, de esta manera, pueden iniciar su carrera investigadora. Al mismo tiempo, ofrece una oportunidad de retorno para aquellos que han superado una primera etapa postdoctoral en el extranjero, con el objeto de que pudieran incorporarse a equipos de investigación para su fortalecimiento. En la ULE hay 20 jóvenes científicos dentro de esta modalidad.
El programa Torres Quevedo está dirigido a la contratación de doctores en empresas y de las 1.014 solicitudes solicitadas, a Castilla y León llegaron un 5%, es decir, 50 investigadores repartidos por empresas de la comunidad.
Según los datos facilitados por la Universidad de León, en la actualidad existen once investigadores que han regresado del extranjero después de realizar una formación de prestigio.
Hasta la fecha, ni las universidades ni el ministerio realizan ningún tipo de seguimiento a los doctores que terminan su carrera, algo que se pretende cambiar con la nueva ley de doctorado que ya se comienza a aplicar.

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