Las tareas para rehabilitar la ciudad mantienen ocupados a todos los albañiles en kilómetros a la redonda
Los lorquinos siguen caminando "por el centro de las calles" por miedo a la caída de cascotes. Las brigadas de limpieza continúan recogiendo toneladas de piedras y los Bomberos y la Unidad Militar de Emergencias (UME) trabajan para derrumbar con estruendo cornisas peligrosas en barrios como La Viña. A medio día de ayer, el campanario de otra iglesia, el monasterio de Santa Ana, tuvo que ser derribado con cuatro grúas. "El barrio parece un lugar muerto", dice un vecino.
Solo el 20% de los comercios de la ciudad pudieron abrir ayer. Muchos están atendiendo pedidos por teléfono. Una dependienta dice que se encuentra "sin casa, sin negocio y sin trabajo, pero aquí estamos, ayudándonos unos a otros". En todos los bajos comerciales trabajan cuadrillas de albañiles restaurando los desperfectos. Los comerciantes cuentan que no quedan trabajadores de la construcción para contratar en kilómetros a la redonda.
A las nueve de la mañana sonaron ayer los timbres de 23 centros educativos del municipio. En ellos estudian 6.682 alumnos pero la mayoría de las familias optó por no llevar a sus hijos al colegio. "Solo han acudido 50 niños, los padres tienen más miedo que los niños", dice una profesora. A su espalda, en la pizarra, está escrito todavía: "Fecha: 11 de mayo". Seis colegios y tres institutos ya no podrán abrir en lo que queda de curso, porque sus estructuras están afectadas.
Los lorquinos que trabajan en la ciudad han intentado acudir en coche al centro y han provocado grandes atascos en los accesos y problemas de aparcamiento. En las carreteras, el volumen de vehículos entre la cercana población costera de Águilas y Lorca ha sido mayor de lo normal. Muchos lorquinos tienen casas de veraneo en la playa y las están usando como primera residencia. Familias enteras tendrán que llegar en coche todas las mañanas a la ciudad para recuperar el ritmo de sus trabajos. Muchas personas también entraron ayer al centro de Lorca para formular reclamaciones a las compañías de seguros por los desperfectos en sus casas.
Los grandes hospitales de la región acogen todavía a parte de los enfermos del Rafael Méndez, que va reabriendo áreas de trabajo poco a poco, aunque aún no ha recuperado la normalidad. Los hospitales de Murcia y Cartagena mantienen una planta entera ocupada con sus pacientes. Los 100 ancianos de la residencia Caser, que derrumbó el terremoto, están en otra residencia de Murcia, que se halla al doble de su capacidad. Todo el personal de la residencia va y viene de Murcia a Lorca en microbús desde el primer día.
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